Open Finance: El Nuevo Paradigma que Redefine la Relación entre Bancos, Fintech y Usuarios
En los pasillos de las instituciones financieras de Argentina, desde las torres corporativas de la city porteña hasta los hubs de innovación donde germinan las startups, se respira un aire de cambio inminente y profundo.
No se trata de una nueva aplicación móvil o de una campaña de marketing disruptiva, sino de una transformación estructural que promete reescribir las reglas del juego.
El sistema financiero argentino atraviesa un punto de inflexión, un momento bisagra catalizado por una regulación que, aunque incipiente, ya ha sembrado las semillas de una revolución silenciosa: la era del Open Finance.
Impulsada por el visionario decreto 353/2025, esta nueva filosofía se prepara para desmontar los silos de información que han caracterizado a la banca tradicional durante décadas.
La promesa es audaz y transformadora: transformar la manera en que bancos, fintech y un ecosistema emergente de nuevos participantes comparten información de usuarios, enriqueciendo drásticamente la oferta de productos y servicios financieros. Sin embargo, el cambio más radical no es tecnológico, sino filosófico y conceptual.
El eje del poder se desplaza. Los datos, ese activo invaluable del siglo XXI, dejarán de pertenecer a las entidades que los custodian y pasarán a ser, de manera inequívoca y soberana, propiedad del usuario.
Este no es solo un ajuste técnico; es la democratización de la información financiera personal. Es devolverle al ciudadano el control sobre su propia huella económica, dándole la llave para decidir quién, cómo y para qué puede acceder a su historial.
Las implicaciones son vastas, abarcando desde una mayor inclusión financiera hasta la creación de servicios hiper-personalizados que hoy apenas podemos imaginar.
Pero este camino, como toda gran transformación, está plagado de debates, desafíos y una pregunta fundamental: ¿está el sistema preparado para equilibrar la innovación con la seguridad y la competencia con la protección del consumidor?
“El decreto 353 fue un gran disparador para comenzar a articular este cambio. Aunque a primera vista parece general en su redacción, introduce una definición muy potente que es el corazón de todo el paradigma: invierte la titularidad de los legajos”, explica con claridad Agustín Pesce, director ejecutivo de Guardline.
Su firma, una RegTeg especializada en soluciones de compliance basadas en inteligencia artificial, se encuentra en el epicentro de esta transición, trabajando en el desarrollo de las herramientas que darán soporte y seguridad a este nuevo ecosistema.
“El usuario pasa a ser el dueño de su información y puede decidir, de forma activa y consciente, con quién compartirla para mejorar su perfil crediticio, acceder a mejores condiciones de financiación o simplemente consolidar su vida financiera en un solo lugar”.
La Inversión del Poder: De Activo del Banco a Herramienta del Usuario
Para comprender la magnitud de este cambio, es crucial analizar el modelo precedente. Históricamente, la información de un cliente —sus transacciones, saldos, historial de pagos, inversiones— era considerada un activo estratégico del banco.
Esta data se guardaba en una bóveda digital, inaccesible para la competencia y, en gran medida, para el propio usuario más allá de sus resúmenes de cuenta.
Si un cliente deseaba solicitar un préstamo en otra entidad, debía iniciar un engorroso proceso desde cero, reconstruyendo su historial y su reputación financiera. Este modelo generaba una fricción inmensa y una inercia que beneficiaba a las instituciones tradicionales, desalentando la portabilidad y la competencia.
El Open Finance dinamita este concepto. La información sigue estando resguardada por el banco, que actúa como custodio, pero la titularidad se transfiere al individuo.
En la práctica, esto significa que una persona podrá, a través de plataformas seguras y estandarizadas conocidas como APIs (Interfaces de Programación de Aplicaciones), instruir a su banco para que comparta datos específicos con un tercero de su elección.
Imaginemos un escenario concreto: una joven emprendedora que ha manejado las finanzas de su pequeño negocio a través de la cuenta de un banco tradicional durante años.
Necesita un crédito para comprar nuevo equipamiento, pero su banco le ofrece condiciones poco favorables.
En el mundo del Open Finance, ella podrá autorizar a una fintech especializada en créditos para pymes a acceder, de forma segura y temporal, a su historial de facturación y flujo de caja directamente desde su banco.
En cuestión de minutos, la fintech podrá analizar su comportamiento financiero real y ofrecerle un producto a medida, con una tasa potencialmente mucho más competitiva, sin necesidad de trámites burocráticos interminables. El poder de su historial financiero se ha convertido en una herramienta bajo su control.
El Debate Arquitectónico: ¿Cómo Construir el Modelo Argentino?
La visión es clara, pero el camino para implementarla está en pleno debate.
Como señala Pesce, el ecosistema local ya ha comenzado a trabajar en la definición del mejor modelo de Open Finance que se adapte a las particularidades del sistema argentino.
“Habrá debates intensos y necesarios sobre si la participación será obligatoria para todas las entidades reguladas o si se optará por un modelo voluntario, impulsado por el mercado”, agrega.
Cada enfoque tiene sus propias ventajas y desafíos. Un modelo mandatorio, similar al implementado en el Reino Unido o Brasil, acelera la adopción y garantiza un campo de juego nivelado desde el principio, obligando a todos los actores, incluidos los más reacios al cambio, a abrir sus sistemas.
Esto fomenta una innovación más rápida y homogénea. Sin embargo, también implica costos de implementación significativos y puede generar tensiones con las entidades que prefieren moverse a su propio ritmo.
Por otro lado, un modelo voluntario o impulsado por el mercado, como el que ha prevalecido en Estados Unidos, permite una evolución más orgánica, donde la innovación surge de la propia demanda de los consumidores y de la visión de las empresas más ágiles.
El riesgo aquí es la fragmentación: la creación de “jardines vallados” o ecosistemas cerrados donde solo ciertos socios pueden intercambiar información, limitando el verdadero potencial de un sistema abierto y universal.
La otra gran pregunta es el alcance. ¿Quiénes estarán obligados a participar? ¿Solo los bancos? ¿Deberían incluirse las fintech, las aseguradoras, las empresas de gestión de activos e incluso las grandes cadenas de retail que ofrecen tarjetas de crédito?
La definición de este perímetro será crucial para determinar el verdadero impacto y la amplitud del ecosistema.
La Cadena de Confianza: Responsabilidad, Seguridad y Consentimiento
A medida que los datos fluyen con mayor libertad, la cuestión de la confianza se vuelve primordial. Uno de los aspectos más sensibles y complejos de la nueva regulación será la atribución de responsabilidad ante un posible error o un uso indebido de los datos.
Pesce lo plantea sin rodeos: “En esta cadena de intercambio, que puede involucrar a múltiples actores, alguien deberá responder ante un dato mal informado, una interpretación incorrecta o un producto mal otorgado basándose en esa información.
La regulación deberá definir con absoluta claridad esa responsabilidad para proteger al eslabón más débil: el usuario”.
Pensemos en una cadena de eventos: un banco comparte un dato con un error; una aplicación de finanzas personales lo procesa y, basándose en él, da un consejo de inversión erróneo; el usuario actúa según ese consejo y sufre una pérdida.
¿De quién es la culpa? ¿Del banco que originó el dato, de la aplicación que no lo verificó o del usuario que aceptó los términos y condiciones? Establecer un marco de responsabilidades claro será fundamental para construir la confianza que el sistema necesita para prosperar.
Este desafío nos lleva al corazón de la seguridad y el consentimiento. Para Pesce, es esencial separar conceptualmente la titularidad de la custodia.
“El usuario es el titular de sus datos, pero las entidades financieras, tanto bancos como fintech, seguirán siendo los custodios profesionales de esa información, con iguales o incluso mayores responsabilidades que las actuales.
Por eso, deberán garantizar un resguardo tecnológico extremo y una trazabilidad total del dato desde su origen hasta su destino final”.
Aquí es donde la tecnología de punta juega un rol insustituible. No se trata solo de construir firewalls más robustos, sino de diseñar una infraestructura de seguridad pensada para un mundo interconectado.
Esto implica la adopción de los más altos estándares de autenticación, encriptación de datos en tránsito y en reposo, y protocolos de API seguros como OAuth 2.0.
“Desde Guardline, precisamente, nos enfocamos en ofrecer infraestructuras seguras para acompañar al dato en todo su ciclo de vida, con trazabilidad completa y auditable.
La inteligencia artificial cumple un rol clave en asegurar ese proceso de punta a punta”, explica Pesce.
Los algoritmos de IA pueden monitorear en tiempo real los flujos de datos, detectar patrones anómalos que puedan sugerir un ciberataque o un intento de fraude, y verificar la integridad de la información que se comparte, actuando como un guardián digital inteligente en este nuevo ecosistema abierto.
Finalmente, el pilar de todo el sistema es el consentimiento.
No puede ser un simple clic en una casilla de “Acepto” enterrada en páginas de términos y condiciones.
El Open Finance exige un consentimiento granular, explícito e informado.
El usuario debe poder decidir exactamente qué datos comparte (por ejemplo, solo movimientos de cuenta, pero no datos personales), con qué empresa, para qué propósito específico (ej. “análisis de crédito”) y por cuánto tiempo. La gestión de estos permisos debe ser sencilla, transparente y reversible en cualquier momento.
Competencia, Desafíos y Oportunidades: Se Nivela la Cancha
La implementación del Open Finance se da en un contexto fascinante donde la tradicional brecha tecnológica entre los bancos incumbentes y las ágiles fintech se ha reducido significativamente, un proceso inesperadamente acelerado por la crisis sanitaria global.
“Durante años se repitió el mantra de que la banca estaba rezagada tecnológicamente, pero hoy los principales bancos del país ya están a la altura de las fintech más avanzadas.
La pandemia actuó como un catalizador brutal, acelerando un proceso de inversión y digitalización que igualó la cancha y obligó a todos los jugadores a invertir masivamente en infraestructura digital, experiencia de usuario y capacidades móviles”, afirma Pesce.
No obstante, advierte que esta paridad no es uniforme: “En los dos grupos, tanto en la banca como en el universo fintech, hay una gran heterogeneidad de escala, madurez tecnológica y capacidad de inversión dentro de las empresas que los integran”.
En este nuevo escenario, la competencia ya no se basará en quién tiene la aplicación más bonita o la red de sucursales más grande. La nueva frontera competitiva será el uso inteligente de los datos para generar valor.
Ganarán aquellos que puedan ofrecer productos hiper-personalizados, que se anticipen a las necesidades del cliente y que brinden una experiencia de usuario fluida y segura en un entorno multicuentas y multiplataforma.
El experto reconoce, sin embargo, que el Open Finance no es una solución mágica para los problemas estructurales de la economía argentina. Es un habilitador, un modernizador, pero no un generador de riqueza por sí mismo.
“El driver principal del sistema financiero siempre será la macroeconomía. Sin estabilidad, moneda fuerte y depósitos crecientes, no hay expansión del crédito, por más abierto que sea el sistema.
Pero un entorno de finanzas abiertas sí puede y va a promover una mayor competencia, una mayor eficiencia en la asignación de recursos y una mejora sustancial en la calidad de los datos que sustentan las decisiones”, sostiene.
Con una visión regional y presencia consolidada en mercados tan dinámicos como Argentina, Brasil y Panamá, Guardline se posiciona como un actor clave en esta transición.
La firma desarrolla soluciones de cumplimiento normativo (compliance), onboarding digital, monitoreo de prevención de lavado de dinero (AML) y fraude, todas ellas diseñadas nativamente para operar bajo la lógica y los estándares de seguridad que el modelo de Open Finance exige.
Un Ecosistema en Expansión: Nuevos Actores y Servicios en el Horizonte
Pero la revolución del Open Finance va más allá de la reconfiguración de la relación entre los actores existentes. Su verdadero poder disruptivo reside en su capacidad para crear un terreno fértil para el surgimiento de una tercera ola de innovación, protagonizada por nuevos jugadores: los Proveedores de Servicios de Terceros (TPP, por sus siglas en inglés).
Estas empresas tecnológicas reguladas actuarán como puentes, conectándose a las APIs de múltiples instituciones para ofrecer servicios de valor agregado directamente al consumidor. Para el ciudadano de a pie, esto se traducirá en una gama de posibilidades hasta ahora reservada para la ciencia ficción financiera.
La aplicación más inmediata será la gestión financiera unificada. Una aplicación podrá consolidar en una única pantalla todas las cuentas bancarias, billeteras virtuales, saldos de tarjetas de crédito e incluso carteras de inversión de un usuario, sin importar de qué entidad provengan. Esto ofrecerá una visión de 360 grados de la salud financiera personal, facilitando la planificación y el control de gastos.
A partir de allí, las oportunidades se multiplican: surgirán asesores financieros automatizados que, con el permiso del usuario, analizarán patrones de gasto y sugerirán “micro-ahorros” automáticos, optimizarán el pago de deudas o recomendarán el producto de inversión más adecuado según el perfil de riesgo.
El acceso al crédito también se democratizará. Un joven profesional sin un largo historial crediticio en los bureaus tradicionales podrá demostrar su solvencia compartiendo su flujo de ingresos y su comportamiento de pago en tiempo real.
La portabilidad financiera se volverá una realidad tangible: cambiar de proveedor de seguros o de fondo de inversión será tan sencillo como cambiar de compañía de streaming, ya que el nuevo proveedor podrá acceder al historial pertinente de forma instantánea y segura.
No obstante, esta explosión de posibilidades trae consigo la otra cara de la moneda: la necesidad imperiosa de la educación financiera. Los usuarios deberán comprender qué permisos otorgan y los riesgos asociados a un ecosistema más abierto, donde las estafas de phishing podrían volverse más sofisticadas, buscando no ya una contraseña, sino un consentimiento de acceso a los datos.
La conclusión es ineludible.
El cambio ya está en marcha. “El Open Finance no es el futuro: ya empezó. Es un proceso que no tiene vuelta atrás”, concluye Pesce.
“Lo que definirá su éxito y la velocidad de su adopción será la capacidad del sistema en su conjunto —reguladores, bancos, fintechs y usuarios— para innovar sin perder el control, y de las instituciones para competir ferozmente sin dejar de lado su responsabilidad fundamental de proteger al usuario, que ahora, más que nunca, está en el centro del escenario”.
La construcción de este nuevo paradigma financiero apenas comienza, y su éxito se medirá no en la cantidad de APIs disponibles, sino en el valor tangible que aporte a la vida financiera de cada argentino.
Por Marcelo Lozano – General Publisher IT CONNECT LATAM
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