Este libro no es un manual de tecnología. Es una advertencia para toda la humanidad.

Cuando uno ve la lista de autores —Henry Kissinger, el gran arquitecto de la geopolítica del siglo XX; Eric Schmidt, el titán que construyó el imperio global de Google; y Daniel Huttenlocher, el decano de IA en el MIT—, el mensaje es claro: esto no es una especulación futurista, es un memorando de urgencia dirigido a las capitales del mundo.
La era de la inteligencia artificial y nuestro futuro humano es, en esencia, un tratado geopolítico. Su argumento central es profundo y perturbador: la inteligencia artificial no es simplemente una nueva herramienta, como un motor a vapor o un microchip.
Es la llegada de un nuevo tipo de “inteligencia” al planeta, un actor no humano que percibe la realidad de formas que nosotros no podemos y que, por su propia naturaleza, está reescribiendo de forma irreversible las reglas del poder global, la naturaleza del conflicto y el concepto mismo de orden mundial.
El libro sostiene que esta revolución es comparable en magnitud a la invención de la imprenta o al inicio de la Ilustración, la época que definió la primacía de la razón humana como el pilar de la civilización occidental. Ahora, esa primacía ha terminado.
El análisis geopolítico que exponen los autores se desarrolla en cuatro pilares fundamentales: la nueva geografía del poder (centrada en plataformas, no en naciones), la transformación total de la estrategia y la guerra, el nuevo eje bipolar EE.UU.-China como el único conflicto que importa, y la batalla de soft power por el control de la realidad misma.
La Nueva Geografía del Poder: Plataformas como “Naciones”
La geopolítica clásica se obsesionaba con los mapas: el “Heartland” de Mackinder, el “Rimland” de Spykman, los puntos de estrangulamiento navales. Kissinger, Schmidt y Huttenlocher nos dicen que miremos un mapa nuevo: el de las “plataformas de redes globales”.
El Ascenso de los Actores No Estatales
El primer cambio tectónico es que el Estado-nación ha perdido el monopolio del poder de influencia. Estas plataformas —Google, Facebook, Amazon, Baidu, WeChat, TikTok— no son meras empresas; son nuevos actores geopolíticos. En menos de una generación, han reunido “bases de usuarios mayores que las poblaciones de la mayoría de las naciones e incluso de algunos continentes”.
Su poder no reside en los ejércitos, sino en dos fuerzas imparables:
- El “Efecto de Red”: El valor de la plataforma aumenta con el número de usuarios, lo que crea monopolios naturales de facto.
- El Control del “Espacio de la Información”: Se han convertido en “un clasificador y moldeador de la realidad”. Deciden, a través de sus algoritmos de IA, qué vemos, qué sabemos y cómo interactuamos.
Estas plataformas son, en esencia, supranacionales. Son “agnósticas” a las fronteras, pero no son neutrales. Se convierten inevitablemente en instrumentos de poder. El libro utiliza el caso de TikTok como el ejemplo paradigmático.
De la noche a la mañana, una aplicación de entretenimiento aparentemente “caprichoso” se convirtió en un punto de fricción geopolítico de primer orden. El debate no era sobre videos de baile; era sobre si una nación (China) podía ser permitida operar un algoritmo de influencia y recolección de datos dentro de las fronteras de otra (EE.UU.).
El Mapa de las “Tecno-Esferas”
Este nuevo poder de las plataformas, combinado con la IA, está forjando un nuevo mapa mundial. El libro nos ofrece un “tour d’horizon” —un análisis clásico de Kissinger— de las nuevas esferas de influencia tecnológica:
- Estados Unidos: Sigue siendo el líder innovador, gracias a sus universidades de élite y un “ecosistema de start-ups” inigualable. Pero su poder es “fragmentado”. Sus gigantes tecnológicos a menudo ven sus intereses como “fundamentalmente no nacionales” y, al mismo tiempo, el gobierno de EE.UU. los ataca con acciones antimonopolio, creando un “impulso simultáneo… en direcciones contradictorias”.
- China: Es el claro rival hegemónico. Ha convertido la IA en un proyecto nacional, fomentando una “competencia feroz” a nivel interno mientras usa su “Gran Cortafuegos” para excluir a competidores extranjeros. Sus plataformas, como WeChat, están profundamente integradas en la vida civil y están listas para una expansión global.
- Europa: Se la retrata no como una potencia creadora de IA, sino como una “potencia reguladora”. Su principal influencia es su capacidad para “imponer requisitos legales”. El libro identifica el esfuerzo de la UE por trazar un “camino intermedio” basado en valores —privacidad, ética, control— como un tercer enfoque distinto al de EE.UU. (impulsado por el mercado) y China (impulsado por el Estado).
- Rusia e India: Son presentados como actores secundarios en este eje. Rusia tiene formidables capacidades de ciberataque pero ha producido pocas plataformas de impacto global. India tiene el capital intelectual y el tamaño de mercado para ser un jugador independiente, pero su talento se ha desplegado históricamente en servicios para otros.
Este mapa conduce a la conclusión geopolítica más importante del libro sobre el orden mundial: la “disociación tecnológica”.
El mundo se está partiendo en dos.
Estamos creando “esferas de normas tecnológicas regionales” que funcionarán con IAs distintas, entrenadas con valores distintos. El resultado, advierten los autores, es un mundo con “realidades separadas” y una “incomprensión mutua cada vez mayor”. Es el nuevo Telón de Acero, pero en lugar de hormigón y alambre de espino, está hecho de código, algoritmos y cortafuegos.
La Revolución de la Estrategia: La IA contra la Era Nuclear
El Capítulo 5, “Seguridad y orden mundial”, es la sección más densamente “Kissingeriana” del libro. Es un análisis aterrador de por qué la IA es una revolución militar más profunda y desestabilizadora que la invención de las armas nucleares.
La Estabilidad del Miedo Nuclear
La era nuclear, argumentan, rompió el vínculo clásico de Clausewitz entre la fuerza militar y los objetivos políticos. Las armas eran tan destructivas que se volvieron inutilizables.
Esto condujo a una nueva lógica: la disuasión. Era una “estrategia psicológica” basada en la Destrucción Mutua Asegurada (MAD). Este sistema, aunque terrorífico, era “calculable”. Se podían contar misiles, verificar arsenales y firmar tratados (SALT, START).
Era un equilibrio estable basado en el miedo.
Por qué la IA Destruye ese Equilibrio
La IA rompe por completo esta lógica. Es inherentemente desestabilizadora. Los autores identifican una “constelación relatively única de cualidades” que hacen que la IA sea un arma de pesadilla desde la perspectiva del control de armamentos:
- El Problema del Doble Uso: Una bomba atómica solo sirve para explotar. Pero la IA es de doble uso. Un algoritmo que optimiza la logística de Amazon es funcionalmente idéntico a uno que optimiza la logística de una invasión militar. La IA que identifica tumores en rayos X es la misma que identifica objetivos en imágenes de drones. La línea entre lo civil y lo militar no es que sea borrosa, es que ha desaparecido.
- El Problema de la Verificación: Puedes contar silos de misiles. No puedes contar algoritmos. La IA es “etérea”, es software. Una vez entrenado, un modelo puede ser copiado y “funcionar en máquinas relativamente pequeñas”. Esto hace que la verificación de tratados, la piedra angular del control de armas nucleares, sea “difícil o imposible”.
- El Problema de la Proliferación: Construir una bomba nuclear requiere una infraestructura industrial masiva. Entrenar una IA de vanguardia también es caro (requiere datos y computación masiva), pero una vez creada, puede proliferar con la facilidad de copiar un archivo.
- El Problema de la Atribución: Si un misil vuela, sabes de dónde vino. Un ciberataque devastador habilitado por IA puede ser “enmascarada”, permitiendo a su autor una “negación” plausible.
La Nueva Carrera Armamentista… en la Oscuridad
El resultado es que ya estamos en una “carrera por la ventaja estratégica de la IA”, principalmente entre EE.UU. y China. Pero es una carrera que se corre en la oscuridad total.
Dado que las capacidades no se pueden verificar, los estrategas no pueden saber “si van por delante o por detrás”. La única suposición segura es que el adversario está más avanzado de lo que admite. Esto fomenta la paranoia y la acción del peor escenario posible.
El Escenario de Pesadilla: La Escalada Automática
Aquí es donde el libro lanza su advertencia más urgente. La mayor amenaza de la IA no es un “Terminator” consciente. Es la velocidad.
La IA opera “más rápido que la velocidad del pensamiento humano”. En un conflicto futuro, los líderes humanos simplemente no tendrán tiempo para deliberar. Si un adversario usa una IA para atacar (por ejemplo, un ciberataque a la red eléctrica), la única defensa viable es otra IA que responda instantáneamente.
Esto crea la “compulsión de actuar primero”. Los autores comparan esto explícitamente con los rígidos planes de movilización de la Primera Guerra Mundial. En 1914, una vez que el primer país movilizó sus trenes, los planes de los demás se activaron automáticamente, arrastrando a todo el continente a una catástrofe que “ninguna de las dos [partes] busca y ambas llegan a lamentar”.
La IA es el plan de movilización de 1914, pero ejecutado en microsegundos. Es la posibilidad de una “guerra flash crash“, una escalada catastrófica, automática e irrecuperable, iniciada y librada por máquinas antes de que un humano pueda siquiera llegar a la sala de situación.
Para agravarlo, la IA no es un misil; es un “actor”. AlphaZero no solo jugó ajedrez mejor que los humanos; jugó diferente. Desarrolló una “lógica propia”. En un campo de batalla, una IA no responderá a la psicología humana, a las fintas, o a las señales de desescalada. Será una inteligencia alienígena persiguiendo un objetivo programado.
El Dilema Central: El Eje EE.UU.-China y la Súplica de Kissinger
Este análisis de la guerra y el poder converge en un único punto focal: la relación entre Estados Unidos y China. Este es el corazón del libro y el lugar donde la voz de Kissinger resuena con más fuerza.
Habiendo pasado su carrera gestionando la rivalidad nuclear entre EE.UU. y la Unión Soviética, Kissinger ve un paralelo directo, pero también una diferencia aterradora. El peligro de la IA es más abstracto, más rápido y menos controlable que el de las armas nucleares.
El Imperativo del Diálogo
La tesis central del libro es que el “control de armamentos” de la IA es imperativo. Pero no puede ser como el SALT o el START. No se pueden contar algoritmos. Por lo tanto, el diálogo debe ser conceptual.
El libro es una súplica directa a Washington y Pekín para que inicien un “diálogo permanente” y “concienzudo”. El objetivo no es eliminar la IA, lo cual es imposible, sino crear un marco filosófico y doctrinal común para evitar el apocalipsis accidental.
Este diálogo, proponen, debe centrarse en:
- Evitar el “Abismo”: Acordar límites verificables sobre las capacidades más desestabilizadoras, como las “armas autónomas letales”.
- Mantener al Humano “In the Loop”: Establecer un compromiso internacional de que los humanos siempre mantendrán la “supervisión humana” y la “agencia moral y la responsabilidad” sobre las decisiones letales.
- Crear Tiempo: Diseñar “mecanismos de comunicación” (un nuevo “teléfono rojo”) que puedan ralentizar una crisis a una velocidad humana, permitiendo la “deliberación humana” antes de que se tomen “decisiones irrevocables”.
La Advertencia Final
La advertencia de Kissinger, Schmidt y Huttenlocher es dura y clara. Si las dos superpotencias de la IA continúan “tratándose como rivales institucionalizados sin entablar un diálogo de este tipo, mayores serán las posibilidades de que se produzca un accidente en el que ambas partes se vean empujadas por sus tecnologías y calendarios de despliegue a una crisis que ninguna de las dos busca”.
Es la lógica de 1914 aplicada al siglo XXI. Sin diálogo, la tecnología tomará el control.
La Guerra de la Mente: La Geopolítica de la Realidad y la Razón
Finalmente, el libro argumenta que la batalla más importante no es solo militar o económica, sino civilizatoria.
El pilar de la Ilustración y, por extensión, de las democracias liberales occidentales, es el Cogito ergo sum de Descartes: “Pienso, luego existo”. Toda nuestra estructura social se basa en la creencia en la “razón humana” como la medida de todas las cosas.
La IA ataca este pilar. ¿Qué sucede, preguntan, cuando nos enfrentamos a una máquina que “piensa”, o al menos se aproxima al pensamiento, y lo hace de formas que superan nuestra cognición?.
La Seguridad Nacional de la “Verdad”
Aquí es donde la geopolítica se vuelve interna. Los autores argumentan que una nación no puede sobrevivir si pierde su “comprensión común de su historia y su actualidad”. Una sociedad que no puede ponerse de acuerdo sobre los hechos básicos no puede funcionar, y mucho menos enfrentarse a un rival geopolítico unificado.
La IA, a través de la desinformación dirigida, las “falsificaciones profundas” (deepfakes) y la curación algorítmica de “cámaras de resonancia” (echo chambers), no es solo un problema social molesto. Es una amenaza directa a la seguridad nacional porque disuelve la cohesión interna.
La Propuesta Política más Radical
Esto lleva al libro a hacer su propuesta política más sorprendente y, para una sociedad liberal, más controvertida. Para sobrevivir al desafío de la IA, es posible que tengamos que redefinir uno de nuestros valores fundamentales.
Escriben: “La libertad de expresión debe continuar para los humanos, pero no extenderse a la IA”.
Esta no es una simple sugerencia legal. Es una doctrina de supervivencia geopolítica. Argumentan que el discurso humano genuino, la base de la democracia deliberativa, debe ser “protegido” para evitar que sea “ahogada o distorsionada” por un torrente de contenido sintético generado por máquinas. Para luchar contra el adversario externo que usa la IA para desinformar, argumentan, debemos estar dispuestos a regular la IA dentro de nuestras propias fronteras.
El Colapso del “Centro Estratégico”
Esta “Guerra de la Mente” tiene una consecuencia geopolítica inmediata y letal: la destrucción del “centro estratégico” de una nación. Los autores advierten que la IA no necesita convencer a una población de una mentira específica; solo necesita inyectar suficiente “ruido algorítmico” para que el consenso sea imposible.
Una democracia liberal, para funcionar, depende de un espacio público compartido donde se debaten ideas y se llega a compromisos. La IA, utilizada como arma, ataca este espacio. Crea realidades tribales y fracturadas. El resultado no es solo la polarización, sino la parálisis estratégica. ¿Cómo puede una nación responder a una crisis geopolítica —como la agresión de un rival— si su propia población está inmersa en una guerra civil de información, incapaz de acordar siquiera los hechos básicos de la crisis?
Kissinger, en particular, entiende esto como el fracaso del “interés nacional”. La IA, al disolver la “realidad compartida”, disuelve la capacidad de un Estado para definir y perseguir un interés nacional unificado. El adversario no necesita ganar en el campo de batala si puede hacer que su rival se desgarre desde adentro, volviéndolo estratégicamente incoherente.
La Búsqueda de la Agencia Humana
La era de la inteligencia artificial es, al final, un manifiesto. Sostiene que la IA no es una simple herramienta; es una nueva forma de inteligencia que altera fundamentalmente el poder global.
Ha creado un nuevo mundo bipolar centrado en Washington y Pekín. Ha desatado una nueva forma de conflicto inherentemente inestable que opera más rápido que el pensamiento humano. Y ha iniciado una batalla interna por la naturaleza misma de la “realidad” en la que se basan nuestras sociedades.
La conclusión de los autores es que la tecnología se ha adelantado a nuestra filosofía. Si la humanidad quiere “dar forma al futuro” y no simplemente ser arrastrada por él, necesitamos desesperadamente una nueva ética, nuevos líderes y, sobre todo, un nuevo diálogo entre grandes potencias.
El llamado a un “Metternich” antes que a un “Kant” es la clave del libro. La urgencia es pragmática: antes de que podamos definir filosóficamente qué es la IA, debemos evitar que nos mate accidentalmente. El control de la escalada precede a la comprensión ontológica.
Pero el libro deja una pregunta final sin respuesta, una que trasciende la geopolítica: ¿qué significa ser humano en la era de la IA? Al entregar la cognición, la estrategia e incluso la creación de cultura a las máquinas, ¿qué nos queda? La súplica de los autores por mantener la “agencia moral” humana es, en última instancia, una defensa de la imperfección, la deliberación y la conciencia humana como el único factor que, aunque más lento y menos eficiente, sigue siendo indispensable. La Era de la IA necesita a su propio Kant para darle sentido, pero, como deja claro Kissinger, primero y con más urgencia, necesita a su propio Metternich para que no nos destruya.
Por Marcelo Lozano – General Publisher IT CONNECT LATAM
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