Campo de Batalla Digital

Campo de Batalla Digital de América Latina: nuevo análisis 2025

El Campo de Batalla Digital de América Latina: Geopolítica, Crimen Organizado y la Nueva Guerra Invisible

América Latina ha dejado de ser un espectador lejano en el teatro de la ciberguerra global para convertirse en uno de sus escenarios más activos y volátiles.

Campo de Batalla Digital

El año 2024 no solo marcó un aumento en la estadística de ataques, sino un cambio fundamental en la naturaleza de las amenazas: la región se encuentra hoy en una encrucijada donde convergen los intereses geopolíticos de las superpotencias, la sofisticación técnica del crimen organizado local y la fragilidad institucional de gobiernos que, en muchos casos, utilizan la tecnología no para proteger a sus ciudadanos, sino para vigilarlos.

Un análisis exhaustivo de la inteligencia de amenazas proyectada para 2025 revela una radiografía inquietante. Ya no hablamos simplemente de adolescentes en un sótano o estafadores enviando correos masivos.

Hablamos de una industria multimillonaria, de “Caza Mayor” (Big Game Hunting) y de una diplomacia paralela que se juega en los servidores de telecomunicaciones y en las infraestructuras críticas desde el Río Bravo hasta la Tierra del Fuego.

La Geopolítica del Código: Un Tablero de Ajedrez Global

Lo que ocurre en las redes latinoamericanas es un reflejo directo de las tensiones globales. La región se ha convertido en un terreno de disputa estratégica, principalmente entre la influencia de China y los intereses de Estados Unidos y la Unión Europea. Esta no es una guerra de trincheras, sino de infraestructura.

Mientras los gobiernos locales intentan fortalecer sus legislaciones y capacidades de defensa —con países como Chile y Brasil realizando ejercicios militares conjuntos como el “Cyber Shield—, existe una tendencia que está definiendo el futuro de la conectividad regional: la lucha por la incorporación de tecnología china.

El caso de Costa Rica es paradigmático y expone la fractura. Tras sufrir ataques devastadores de ransomware en el pasado, el país centroamericano se ha alineado firmemente con la esfera occidental, recibiendo apoyo millonario de Estados Unidos para construir su Centro de Operaciones de Seguridad.

Esta alianza ha llevado a decisiones drásticas, como el decreto que mantiene la prohibición de facto sobre Huawei para las redes 5G, citando razones de seguridad nacional y desencadenando batallas legales y acusaciones de corrupción.

En contraste, Panamá ha optado por un pragmatismo comercial, acogiendo el primer Centro de Ciberseguridad y Transparencia de Huawei en la región.

En el sur del continente, la situación es igual de compleja. A pesar de las advertencias de expertos sobre la privacidad y la seguridad, países como Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Uruguay ya utilizan o planean utilizar equipos chinos en sus redes 5G.

La ecuación es simple para muchas economías emergentes: la tecnología asiática ofrece precios competitivos que a menudo eclipsan las preocupaciones de seguridad a largo plazo.

Pero la presencia extranjera no se limita a la infraestructura. Actores vinculados a estados como China, Rusia y Corea del Norte mantienen operaciones activas en la región. Aunque representan una fracción menor comparada con el cibercrimen común, su impacto es estratégico.

Grupos vinculados a China, identificados en el ámbito de inteligencia con nombres clave como Aquatic Panda o Liminal Panda, han sido detectados infiltrándose en redes de telecomunicaciones para realizar espionaje y recolección de inteligencia, entendiendo las interconexiones vitales entre proveedores.

Por su parte, actores norcoreanos, bajo la presión de las sanciones internacionales, han recurrido a América Latina no tanto para el espionaje político, sino para el robo de criptomonedas y la obtención de divisas mediante esquemas de trabajo remoto fraudulento en países como Argentina y Brasil.

El Enemigo en Casa: Vigilancia Estatal y Represión Digital

Quizás uno de los hallazgos más alarmantes del panorama actual es que, para muchos ciudadanos latinoamericanos, la amenaza no viene de un hacker ruso o chino, sino de su propio gobierno.

La tecnología de vigilancia comercial, diseñada teóricamente para combatir el terrorismo y el crimen organizado, está siendo reorientada hacia el espionaje político interno.

El escándalo en Brasil resuena con fuerza.

Las investigaciones policiales han destapado una presunta trama de vigilancia ilegal bajo la administración anterior, donde se habría utilizado la estructura del estado para monitorear a más de 30.000 ciudadanos, incluidos jueces de la Corte Suprema y rivales políticos, en un intento de sembrar desconfianza en el sistema electoral.

Colombia vive su propio drama con el “caso Pegasus”.

El actual gobierno ha solicitado investigar la compra de este potente spyware durante la administración previa, sugiriendo que se utilizó para espiar a líderes sociales y opositores en medio de un clima de polarización política.

Sin embargo, en Venezuela y Cuba, la situación trasciende el espionaje para convertirse en una política de estado abierta de represión digital.

En Venezuela, el régimen ha utilizado la excusa de “ciberataques” internacionales —nunca probados y desestimados por observadores de la ONU— para justificar retrasos en resultados electorales y para censurar medios independientes.

Cuba, por su parte, ha perfeccionado el uso de apagones de internet para sofocar protestas sociales, mientras fortalece sus lazos de inteligencia de señales con China, operando estaciones de vigilancia electrónica a escasas millas de bases estadounidenses.

La Industrialización del Cibercrimen Latinoamericano

Si la geopolítica pone el contexto, el cibercrimen pone el volumen. La región ha visto una profesionalización acelerada de sus delincuentes digitales. Ya no actúan solos; operan como empresas, con departamentos de soporte técnico, sistemas de verificación de pagos y cadenas de suministro.

El ecosistema criminal de América Latina es vibrante y peligroso. Brasil se mantiene como la potencia indiscutible del cibercrimen en la región, siendo el país con más credenciales filtradas y el mayor número de víctimas de ransomware.

Pero lo más interesante es la especialización regional.

Los analistas de inteligencia han categorizado a estos grupos locales con identificadores específicos que revelan sus modus operandi:

  1. La Conexión Colombiana (Blind Spider): Operando desde Colombia, este grupo ha perfeccionado el arte del engaño gubernamental. Su táctica predilecta es el envío de correos que suplantan a entidades legales o fiscales, utilizando documentos PDF y enlaces maliciosos para infectar a víctimas no solo en su país, sino también en Chile y Ecuador.

  2. Los Hoteleros del Fraude (Odyssey Spider): Con base en Brasil, este grupo se ha especializado en el sector de la hospitalidad. Su técnica es quirúrgica: infiltran los procesos de reserva de hoteles para robar datos de tarjetas de crédito, utilizando herramientas personalizadas que capturan pantallas en el momento exacto de la transacción.

  3. El Banco en la Mira (Samba Spider): Este es quizás uno de los actores más prolíficos. Operadores del infame troyano bancario Mispadu, atacan indiscriminadamente en España, Portugal y toda América Latina. Su capacidad de adaptación es notable, actualizando constantemente sus cadenas de infección para evadir antivirus.

  4. Ingeniería Social Telefónica (Plump Spider): También desde Brasil, este grupo combina la tecnología con la vieja escuela. Se hacen pasar por soporte técnico mediante llamadas (vishing) para convencer a las víctimas de instalar software de acceso remoto, vaciando cuentas corporativas bajo las narices de los empleados.

    Lo que une a estos grupos es el uso de servicios compartidos. Existe un mercado clandestino donde desarrolladores, como el grupo conocido como Robot Spider, venden “crypters” (herramientas para ocultar malware) como si fuera un servicio de suscripción legal, con actualizaciones semanales y garantías de “indetectabilidad” frente a Windows Defender.

“Caza Mayor”: El Flagelo del Ransomware

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El ransomware sigue siendo la amenaza más destructiva para las empresas y gobiernos de la región. En 2024, se documentaron casi 300 víctimas de alto perfil en América Latina que se negaron a pagar y cuyos datos fueron expuestos, un aumento del 15% respecto al año anterior. Y esto es solo la punta del iceberg, ya que la cifra no incluye a quienes pagaron el rescate en silencio.

Brasil, México y Argentina encabezan la lista de los países más castigados. Los sectores más golpeados no son casualidad: tecnología, servicios financieros y salud.

Grupos globales como RansomHub y LockBit dominan el escenario, demostrando que las fronteras físicas no existen para la extorsión digital.

Para facilitar estos ataques, ha florecido la figura del “Broker de Acceso”. Estos son criminales que se dedican exclusivamente a abrir la puerta: hackean una red corporativa y luego venden ese acceso al mejor postor (generalmente grupos de ransomware).

Lo preocupante es la democratización de este acceso: el precio promedio para comprar la “llave” de una red corporativa en América Latina cayó de más de 3.000 dólares en 2023 a unos 1.300 dólares en 2024. Hoy, destruir una empresa cuesta menos que un ordenador portátil nuevo.

México y la Trampa de los Préstamos Digitales

En México, el cibercrimen ha encontrado una veta particularmente cruel que afecta a la población más vulnerable: las aplicaciones de préstamos abusivos, conocidas como “montadeudas”.

Aprovechando la necesidad económica, estas apps, algunas disponibles incluso en tiendas oficiales como Google Play, ofrecen créditos rápidos con pocos requisitos. Sin embargo, esconden malware tipo SpyLoan.

Una vez instalada, la aplicación roba la lista de contactos, fotos y mensajes del usuario. Cuando la víctima no puede pagar las tasas de interés astronómicas, comienza la extorsión: los criminales amenazan con enviar fotos comprometedoras o mensajes humillantes a todos los contactos del deudor.

A pesar de los esfuerzos de las autoridades mexicanas, la prevalencia de estas aplicaciones sigue siendo alta, demostrando cómo el cibercrimen se adapta a las realidades socioeconómicas locales.

Además, México ha visto un repunte en el uso de sitios de phishing gubernamentales extremadamente sofisticados. Los criminales clonan a la perfección portales del SAT (Hacienda) o de trámites de registro de población (CURP) para distribuir malware como Doit o BotnetFenix, robando la identidad digital de los ciudadanos en el proceso.

Rust y Evasión

Desde una perspectiva técnica, 2024 ha sido el año de la sofisticación en el desarrollo de malware latinoamericano. Los creadores de virus están abandonando lenguajes antiguos por otros más modernos y difíciles de analizar, como Rust.

Esta transición no es estética; es táctica. El malware escrito en Rust es más estable, funciona en múltiples sistemas operativos y, lo más importante, es mucho más difícil de detectar para los antivirus tradicionales y más complejo de aplicar ingeniería inversa por parte de los analistas de seguridad.

Familias de malware famosas como Grandoreiro y Casbaneiro han comenzado a integrar componentes en este lenguaje, señal de que los criminales están invirtiendo en I+D (Investigación y Desarrollo) para asegurar la longevidad de sus operaciones.

Hacktivismo: De la Protesta a la Ciberguerra

El hacktivismo en América Latina ha mutado. Ya no se trata solo de desfigurar una web para poner un mensaje gracioso. Inspirados por operaciones masivas como la de Guacamaya (que filtró terabytes de datos militares y mineros en años anteriores), nuevos grupos han surgido con agendas políticas claras y capacidades técnicas mejoradas.

En 2024, las motivaciones fueron claramente geopolíticas y sociales. La crisis electoral en Venezuela activó a colectivos globales como Anonymous y GhostSec, que lanzaron ataques de denegación de servicio contra la infraestructura digital del régimen de Maduro en solidaridad con los manifestantes.

En el Caribe, grupos hacktivistas atacaron entidades cubanas para exponer los vínculos del gobierno con China.

Incluso el conflicto en Gaza tuvo eco en la región, con grupos pro-palestinos atacando entidades en Argentina como represalia por la postura del gobierno de ese país frente a Israel.

Un fenómeno interesante es el hacktivismo “justiciero”. Grupos como AFS_Nemesis han declarado la guerra a los cárteles de la droga en México, desarrollando software para exponer sus cadenas de suministro de fentanilo, una actividad de alto riesgo que demuestra que en el ciberespacio, todos los actores, legales e ilegales, son blancos potenciales.

El Factor Humano y la Amenaza de la IA en el campo de batalla digital

A pesar de toda la sofisticación técnica, el eslabón más débil sigue siendo el humano. La inteligencia de amenazas ha recuperado más de 1.000 millones de credenciales (usuarios y contraseñas) pertenecientes a personas y organizaciones latinoamericanas en el último año. Esta cifra astronómica alimenta el motor del fraude. Con estas credenciales, los atacantes no necesitan “romper” la puerta; simplemente entran con la llave.

A esto se suma la irrupción de la Inteligencia Artificial. Los criminales ya no necesitan ser expertos en diseño para crear estafas convincentes.

En Centroamérica, se ha detectado un aumento alarmante de “deepfakes”: videos generados por IA que utilizan los rostros de figuras públicas o funcionarios para promover estafas de inversión o difundir desinformación.

En Belice, por ejemplo, circularon audios falsos del Ministro de Salud generados por IA, obligando al gobierno a emitir alertas oficiales. La barrera entre la realidad y el fraude digital se está desvaneciendo rápidamente.

Aquí tienes el texto ampliado, integrando aproximadamente 300 palabras adicionales que profundizan en la inteligencia artificial, la infraestructura crítica y la brecha de talento, manteniendo el tono analítico y de urgencia del original.

Un Futuro de Resiliencia Obligada

Al mirar hacia 2025, el panorama no sugiere una tregua. Las tendencias observadas —la colaboración de los gobiernos con potencias extranjeras para ciberdefensa, el uso de spyware contra la disidencia política y la profesionalización del crimen organizado— probablemente se intensificarán.

Sin embargo, un nuevo vector amenaza con desestabilizar aún más la ecuación: la democratización de la ofensiva mediante Inteligencia Artificial.

Los actores de amenazas ya no necesitan ser expertos en codificación; herramientas de IA generativa están siendo utilizadas para perfeccionar campañas de phishing hiper-personalizado, crear deepfakes para fraudes corporativos y automatizar la búsqueda de vulnerabilidades a una velocidad que supera la capacidad de respuesta humana.

La seguridad en América Latina ha dejado de ser un tema técnico para convertirse en un asunto de seguridad nacional y estabilidad económica. Con una región que digitaliza sus servicios bancarios y gubernamentales a marchas forzadas, la superficie de ataque se expande cada día.

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Esta expansión expone una fragilidad sistémica en las infraestructuras críticas (OT). Ya no se trata solo del robo de datos financieros, sino del potencial sabotaje a redes eléctricas, sistemas de agua y cadenas de suministro logístico que son vitales para el funcionamiento del Estado.

La convergencia entre el mundo IT (tecnología de la información) y el mundo OT (tecnología operativa) ha abierto puertas traseras que los grupos de Ransomware-as-a-Service (RaaS) están ansiosos por explotar, monetizando el caos social.

Los expertos coinciden en una serie de recomendaciones críticas que van más allá de instalar un antivirus: la protección de la identidad digital mediante autenticación multifactor resistente al phishing, la vigilancia proactiva de la nube y, sobre todo, la necesidad de conocer al adversario. En un entorno donde un ataque se despliega en minutos, la defensa reactiva es una batalla perdida.

 Por ello, la adopción de arquitecturas de “Confianza Cero” (Zero Trust) se vuelve imperativa, asumiendo que la brecha ya ha ocurrido. No obstante, la tecnología por sí sola es insuficiente ante la severa escasez de talento especializado en la región.

La falta de profesionales capacitados en ciberseguridad deja a las organizaciones desarmadas, obligando a una reingeniería en la capacitación y retención de capital humano.

América Latina está viviendo una transformación digital acelerada, pero este informe deja claro que dicha transformación ha venido acompañada de una sombra persistente.

La región es rica, conectada y, lamentablemente, vulnerable. La batalla por el control de sus datos, sus infraestructuras y sus verdades políticas apenas está comenzando.

Por Marcelo Lozano General Publisher IT CONNECT LATAM

 

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