Productividad

Productividad+hiperconexión= sobreexplotación en el siglo 21

En nuestra existencia, nos hallamos inmersos en una configuración social cuyo eje central gravita en torno a la productividad, la hiperconexión y la sobreexplotación, tres manifestaciones distintivas que impregnan y definen gran parte de nuestra experiencia colectiva.

La omnipresencia de la productividad del trabajador informático, como principio rector de nuestras vidas, nos insta constantemente a maximizar nuestros esfuerzos, a medir y valorar nuestra valía en función de nuestra capacidad de generar resultados tangibles y cuantificables.

Detrás de la exigencia de productividad se esconden peligrosas enfermedades para el trabajador informático

Bajo esta lógica, nuestras actividades cotidianas se convierten en meras transacciones económicas, donde el tiempo se estrecha y se comprime en una carrera sin fin hacia la eficiencia y el rendimiento óptimo.

La hiperconexión, por su parte, permea cada aspecto de nuestra existencia, tejiendo una red intrincada de interacciones digitales que nos vincula en tiempo real con un número cada vez mayor de individuos y entidades.

Esta constante conexión nos ofrece una sensación de proximidad virtual, pero también nos expone a una saturación de estímulos, al flujo constante de información y a la disolución de los límites entre el ámbito privado y el laboral.

En este entramado relacional, nuestras identidades se diluyen y se fragmentan, mientras la presión por mantenernos “conectados” se convierte en una imposición ineludible para el trabajador.

Por último, la sobreexplotación emerge como una característica distintiva de esta sociedad contemporánea.

Somos testigos de la explotación y el agotamiento de recursos humanos y naturales en aras de una producción continua y desmesurada.

Los trabajadores informáticos se convierten en meros instrumentos, cuyo valor se mide en términos de su capacidad para generar ganancias económicas.

En este contexto, los límites entre el trabajo y la vida personal se desdibujan, la explotación se disfraza de “flexibilidad” y la dignidad humana se ve socavada en nombre de la eficiencia y el beneficio económico.

Así, en esta sociedad en la que nos encontramos inmersos, la productividad, la hiperconexión y la sobreexplotación se alzan como pilares fundamentales que configuran y moldean nuestras vidas.

Nuestra existencia se ve moldeada por la necesidad imperante de producir, conectarnos y explotar, perpetuando así un sistema que exige nuestra constante entrega y que cuestiona la esencia misma de nuestra humanidad.

En este escenario, surge el desafío de cuestionar y repensar estos paradigmas, explorando alternativas que nos permitan trascender las limitaciones impuestas por esta realidad impregnada de exigencias insostenibles, para un trabajador que depende su bienestar psicológico y emocional para producir.

El avance tecnológico y la globalización han impulsado un ritmo de vida acelerado en el que la eficiencia y la maximización del tiempo son altamente valoradas.

Sin embargo, este estilo de vida también puede llevar a un agotamiento y fatiga generalizada.

La productividad se ha convertido en un objetivo prioritario en el trabajo

Las personas se sienten presionadas para lograr más en menos tiempo, lo que puede generar estrés y agotamiento.

Además, la constante hiperconexión a través de dispositivos electrónicos y las redes sociales ha creado una sensación de estar siempre disponibles y conectados, lo que dificulta el descanso y la desconexión necesarios para mantener un equilibrio saludable.

La sobreexplotación de nosotros mismos implica dedicar excesivas horas de trabajo, sacrificando nuestro tiempo libre y descanso para cumplir con las demandas del mundo laboral.

Este enfoque desequilibrado puede tener consecuencias negativas para nuestra salud física y mental, así como para nuestras relaciones personales.

La sobreexplotación de nosotros mismos puede surgir como resultado de la autoexigencia potenciada por el positivismo promovido en el mundo laboral.

Trabajadores Informáticos deben apostar a la productividad con reglas claras y modernas

Este enfoque puede establecer estándares extremadamente altos para los trabajadores, creando una presión constante para alcanzar resultados y éxito en el trabajo.

La sobreexplotación se caracteriza por dedicar excesivas horas de trabajo, sacrificando nuestro tiempo libre y descanso en aras de cumplir con las demandas laborales.

Este estilo de vida desequilibrado puede tener consecuencias negativas para nuestra salud mental y física, ya que se nos priva de tiempo para el autocuidado, el disfrute personal y la conexión con los demás.

¿Todo se puede?

El positivismo excesivo puede llevar a una mentalidad de “todo es posible” y a la creencia de que cualquier falta de resultados es responsabilidad exclusiva del trabajador informático.

Esto puede generar un sentimiento de culpa, frustración y estrés cuando los objetivos no se cumplen, ya que la empresa es presentada como ajena a cualquier error o fracaso.

Es importante reconocer que esta mentalidad no es saludable ni realista. El éxito laboral no debe medirse únicamente por la productividad y los resultados tangibles.

Es fundamental valorar el bienestar integral de los trabajadores informáticos, incluyendo su salud mental, equilibrio entre el trabajo y la vida personal, así como la satisfacción y sentido de propósito en el trabajo.

Es relevante analizar el poder y la relación de poder en este contexto laboral.

El positivismo excesivo y la sobreexplotación pueden ser considerados como estrategias de control que refuerzan las estructuras de poder existentes en el mundo laboral.

Foucault argumentaba que el poder no solo se ejerce desde arriba hacia abajo, sino que también se manifiesta en las relaciones cotidianas y en la interiorización de ciertas normas y valores.

Desde esta perspectiva, es importante cuestionar y resistir estas dinámicas de poder y exigencia desmedida.

Esto implica fomentar una cultura laboral que valore el bienestar, el equilibrio y el respeto hacia los trabajadores informáticos.

También es fundamental abogar por la responsabilidad compartida entre empleados y empresas, reconociendo que los resultados dependen de diversos factores y que el fracaso no debe recaer únicamente en los hombros de los trabajadores informáticos.

Si realizamos una reflexión profunda sobre la naturaleza de las relaciones laborales en nuestra sociedad contemporánea, colisionamos con la postura de ciertos consultores motivacionales que, de manera sorprendente, sostienen que un despido puede ser concebido como una oportunidad para emprender.

Esta perspectiva invita a considerar el despido no como una desgracia o un fracaso, sino como un punto de inflexión que abre las puertas hacia nuevos caminos y posibilidades, justificando la negativa empresaria del mundo de la tecnología para avanzar en un acuerdo paritario equitativo que equilibre el poder que ejercen las empresas con sus empleados.

En un mundo laboral cada vez más precario y volátil, donde los contratos a largo plazo y la estabilidad en el empleo son cada vez más escasos, esta visión podría interpretarse como una invitación a liberarse de las ataduras de una relación laboral carece de compromiso productivo.

Los trabajadores informáticos, que a menudo son considerados como meros recursos, talentos o piezas intercambiables dentro del engranaje corporativo, cargan con el peso de esta levedad en su relación con la empresa.

Desde una perspectiva filosófica, esta afirmación pretende imponer una noción existencialista e irreal de la libertad y la responsabilidad individual.

Al considerar el despido como una falsa oportunidad para emprender, se alude a la capacidad de cada individuo para trascender las circunstancias adversas y encontrar un propósito propio.

Se insinúa que, al ser liberado de las estructuras impuestas por la empresa, el trabajador informático tiene la posibilidad de explorar su potencial creativo y emprendedor de manera independiente.

La productividad en el mundo de la tecnología en Argentina va en sentido contrario

Pero por otro lado la amenaza latente de repudiar el monotributo tech, muestra a las claras la falacia intelectual de la posición empresaria.

Es válido cuestionar el fundamento mismo de cualquier organización elitista de la tecnología.

¿Cuáles son los criterios que definen la “élite”? ¿Un líder carismático que surge de un garaje?

¿Están basados en el mérito y el talento genuino, o se sustentan en privilegios y desigualdades estructurales?

La filosofía nos enseña a interrogar las estructuras y las jerarquías establecidas, a examinar críticamente las bases sobre las cuales se construyen las élites y a buscar un equilibrio más justo y equitativo en las relaciones humanas.

Sin embargo, cabe cuestionar esta postura desde una perspectiva crítica.

¿Es justo cargar al trabajador con la responsabilidad de encontrar una nueva oportunidad en un mercado laboral altamente competitivo y con pocas garantías?

¿Es ético para la empresa descartar a un trabajador sin reconocer el compromiso y los esfuerzos que éste haya realizado?

Estas preguntas ponen en tela de juicio la equidad y la solidaridad en las relaciones laborales contemporáneas.

En última instancia, debemos reflexionar sobre el significado de nuestro trabajo y las relaciones que establecemos en el ámbito laboral.

Esto nos confronta con la precariedad y la fragilidad inherentes a estas relaciones, pero también nos plantea realizar una llamada a cuestionar y repensar los paradigmas establecidos.

Es necesario que el Estado conduzca de manera seria y adulta, un llamado al diálogo para alcanzar un acuerdo paritario que no solo mejore la situación del trabajador informático, también gracias a estas garantías, logre mejorar la productividad, de forma sustentable.

Saliendo de esta forma, del círculo vicioso que la tecnología y la hiperconectividad en conjunto con un contexto de hiperinformación, saturan y enferman la salud del trabajador informático.

 

Por Marcelo Lozano – General Publisher IT CONNECT LATAM

 

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