El caos desatado por la fatídica actualización de CrowdStrike se extendía como una mancha de aceite sobre un mapa, infiltrándose en cada grieta de la sociedad, paralizando sistemas y sumiendo al mundo en un estado de confusión y desesperación sin precedentes.
Las consecuencias, inicialmente abstractas, se volvían cada vez más tangibles, más reales, más aterradoras.

En la mesa de operaciones del Hospital General de Chicago, el doctor Michael Evans luchaba por mantener la calma. La luz parpadeante de las lámparas de emergencia, la única fuente de iluminación en un quirófano sumido en la penumbra digital, proyectaba sombras alargadas sobre las paredes.
La operación, una compleja cirugía a corazón abierto que había comenzado horas antes, se había convertido en una carrera contra el tiempo y contra la oscuridad tecnológica que se extendía por el hospital como una plaga.
Sin acceso a los historiales médicos digitalizados, sin poder consultar las imágenes de resonancia magnética ni monitorizar las constantes vitales del paciente en tiempo real, el doctor Evans y su equipo se veían obligados a confiar en sus instintos, en sus conocimientos médicos y en la débil luz de unas linternas que parecían más propias de una expedición espeleológica que de un quirófano del siglo XXI.
A miles de kilómetros de distancia, en el Aeropuerto Internacional de Narita en Tokio, la joven Hana Suzuki sollozaba desconsoladamente en la sala de espera abarrotada.
Su vuelo, con destino a Seúl, donde la esperaba su familia para celebrar el Año Nuevo Lunar, había sido cancelado indefinidamente.
Las pantallas de información, convertidas en siniestros rectángulos azules, no ofrecían ninguna explicación, ninguna esperanza. Los empleados del aeropuerto, desbordados por la situación y sin respuestas que ofrecer, se limitaban a repetir mecánicamente que el sistema estaba caído, que no había información disponible, que debían esperar pacientemente.
La paciencia, sin embargo, se agotaba con cada minuto que pasaba. La tensión, palpable en el ambiente cargado y caluroso de la sala de espera, se manifestaba en forma de gritos de frustración, llantos de impotencia y discusiones subidas de tono.

La fina capa de civilización que normalmente separaba a las personas se había evaporado, dejando al descubierto un instinto de supervivencia primitivo.
Mientras tanto, en las redacciones de los principales medios de comunicación del mundo, reinaba la confusión.
La imposibilidad de acceder a los sistemas informáticos, de verificar la información o de contactar con sus corresponsales en el extranjero sumía a los periodistas en un estado de impotencia que contrastaba con la vorágine de noticias que se sucedían a cada instante.
Las redes sociales, convertidas en un hervidero de rumores infundados, teorías conspiranoicas y fake news, se habían convertido en la principal fuente de información para una población hambrienta de respuestas.
Los gobiernos, desbordados por la magnitud de la crisis y sin saber muy bien cómo gestionarla, se limitaban a emitir comunicados ambiguos y a pedir calma a la población, una calma que ellos mismos parecían incapaces de mantener.
El pánico, irracional pero comprensible, se extendía como un virus invisible, amplificado por la incertidumbre y la falta de información fiable.
Las calles, antes llenas de vida y actividad, ahora presentaban un aspecto fantasmagórico.
Las tiendas cerradas, los semáforos apagados y el silencio, roto únicamente por el sonido de las sirenas de ambulancias y coches de policía, creaban una atmósfera irreal, propia de una película postapocalíptica.
En medio del caos, algunos aprovechaban la situación para sacar provecho.
Los ciberdelincuentes, como buitres olfateando la carroña, campaban a sus anchas por la red, aprovechando la vulnerabilidad de los sistemas para robar datos, suplantar identidades y sembrar el caos.
Las estafas online se multiplicaban por minutos, mientras que los grupos de hackers más sofisticados se dedicaban a sembrar el pánico y la desinformación.
En las altas esferas del poder, la crisis había desatado una oleada de actividad frenética.
Reuniones de emergencia, llamadas telefónicas transatlánticas y videoconferencias con expertos en seguridad informática se sucedían a un ritmo vertiginoso.
La pregunta que todos se hacían era la misma: ¿Cómo era posible que una sola empresa, por muy grande y poderosa que fuera, hubiera sido capaz de poner de rodillas al mundo entero?
La respuesta, tan compleja como la propia tecnología que la había propiciado, se escondía en un cóctel explosivo de arrogancia, falta de previsión y una fe ciega en la infalibilidad de la tecnología.
CrowdStrike, cegada por su propio éxito, había olvidado la lección más básica de todas: que hasta el sistema más sofisticado puede fallar, y que las consecuencias de ese fallo pueden ser catastróficas.
Mientras tanto, en un rincón remoto de Internet, un grupo de hackers conocido como “The Blue Screen Crew” celebraba su victoria.
En sus pantallas, la imagen del caos que habían contribuido a crear brillaba con la intensidad espectral de la pantalla azul de la muerte.
El mundo, sumido en el caos digital, se tambaleaba al borde del abismo.
¿Sería capaz la humanidad de superar esta crisis sin precedentes?
¿O el apocalipsis azul sería solo el preludio de un futuro aún más oscuro?
El doctor Evans, tras un titánico esfuerzo, consiguió completar la operación con éxito.
Sus manos temblorosas, cubiertas de sudor y sangre, eran testigos de una hazaña que pocos podrían comprender.
Sus colegas lo miraban con admiración y respeto, conscientes de que habían presenciado un milagro en medio de la oscuridad. Sin embargo, la euforia del momento fue efímera.
El hospital seguía sumido en el caos, y las preguntas sobre cuándo volvería la normalidad quedaban sin respuesta.
En Tokio, Hana Suzuki finalmente encontró un rincón tranquilo donde descansar.
Sus lágrimas habían secado, y ahora, con la cabeza apoyada en sus rodillas, miraba al vacío, tratando de encontrar un rastro de esperanza en medio de la incertidumbre.
Las horas pasaban lentamente, y cada anuncio por los altavoces del aeropuerto parecía un cruel recordatorio de que su espera no tenía fin.
En Nueva York, el editor en jefe de uno de los periódicos más prestigiosos del mundo daba vueltas en su oficina, incapaz de tomar una decisión.
El periódico había dejado de circular, y la sede, normalmente bulliciosa, estaba sumida en un silencio inquietante. Sin embargo, sabía que tenía una responsabilidad con el público.
Llamó a una reunión de emergencia con sus periodistas más veteranos, proponiendo un regreso a las raíces del periodismo: lápiz, papel y la inquebrantable voluntad de informar.
Sin tecnología, pero con determinación, el equipo se puso manos a la obra, buscando formas creativas de recopilar y difundir noticias en un mundo sumido en la oscuridad digital.
Los líderes mundiales, conscientes de la gravedad de la situación, convocaron una cumbre internacional. Representantes de las principales potencias se reunieron en Ginebra, en un intento desesperado por coordinar una respuesta global.
La cumbre, rodeada de medidas de seguridad sin precedentes, reflejaba la seriedad del momento. Discusiones sobre ciberseguridad, soberanía digital y la fragilidad de la infraestructura tecnológica dominaron la agenda.

Se acordó la creación de un comité internacional encargado de investigar el incidente y de desarrollar protocolos para prevenir futuras catástrofes de este tipo.
En paralelo, científicos y expertos en tecnología de todo el mundo trabajaban incansablemente para entender y resolver la crisis.
Se formaron equipos multidisciplinarios que combinaban conocimientos en informática, ingeniería, psicología y sociología.
La colaboración entre naciones, universidades y empresas privadas se volvió esencial. Los días se convirtieron en noches, y las noches en días, mientras la humanidad luchaba contra el tiempo para restaurar la normalidad.
En el corazón de esta batalla tecnológica, surgieron historias de heroísmo y solidaridad.
Voluntarios se organizaban para ayudar a los más vulnerables, desde llevar suministros a hospitales hasta ofrecer apoyo emocional a quienes lo necesitaban.
La humanidad, frente al abismo, mostraba su capacidad de resiliencia y compasión.
La situación en las calles comenzaba a estabilizarse lentamente.
En Chicago, el doctor Evans se convirtió en un símbolo de esperanza, inspirando a otros médicos y personal de salud a seguir adelante. En Tokio, Hana Suzuki encontró consuelo en la solidaridad de otros viajeros, y juntos formaron una comunidad improvisada que se apoyaba mutuamente.
En Nueva York, el periódico lograba volver a la circulación, aunque de manera rudimentaria, y las noticias comenzaban a llegar a las manos del público, devolviendo un sentido de normalidad.
Los gobiernos, por su parte, intensificaron sus esfuerzos para restablecer el orden. Se implementaron planes de contingencia, y poco a poco, los sistemas comenzaron a recuperarse.
La comunicación se restablecía gradualmente, y la información precisa y verificada empezaba a fluir nuevamente. Los hackers responsables del caos fueron rastreados y detenidos, y la justicia comenzaba a tomar su curso.
Querido lector, quiero que entiendas el sarcasmo de este relato fantástico, edificado sobre una falla real.
Los errores ocurren por la propia fragilidad de los sistemas, por creer que la tecnología es un gasto y no una inversión.
El Apocalipsis Azul nos recordó que, aunque dependemos de la tecnología para casi todo, no debemos olvidar su vulnerabilidad. Nos mostró que la seguridad cibernética no es un lujo, sino una necesidad, y que la preparación ante posibles fallos debe ser una prioridad.
Así, el Apocalipsis Azul se convirtió en una lección amarga pero necesaria sobre la dependencia excesiva de la tecnología y la importancia de la preparación y la seguridad. La humanidad había sido puesta a prueba, y aunque las cicatrices de este evento serían visibles por mucho tiempo, también lo serían las enseñanzas y la fortaleza adquirida.
A medida que las luces volvían a encenderse y los sistemas se reiniciaban, una nueva era de cautela y cooperación surgía. La confianza en la tecnología, aunque no destruida, había sido cuestionada profundamente. El futuro digital debía construirse sobre bases más sólidas, con una visión clara de los riesgos y una preparación robusta para lo inesperado.
La historia del Apocalipsis Azul no sería olvidada. Sería narrada como un punto de inflexión, un recordatorio de la fragilidad de la civilización moderna y de la capacidad de la humanidad para enfrentar y superar adversidades colosales. Las lecciones aprendidas guiarían a las futuras generaciones hacia un mundo más seguro y resiliente, donde la tecnología serviría a la humanidad sin ponerla en peligro.
En el ocaso de esta crisis, la humanidad se encontraba en un cruce de caminos. La experiencia había sido un llamado de atención, una advertencia sobre los peligros de la complacencia y la arrogancia tecnológica. Sin embargo, también había demostrado la capacidad infinita de adaptación, colaboración y esperanza. El Apocalipsis Azul sería recordado no solo por el caos que desató, sino por la manera en que el mundo se unió para enfrentar lo inimaginable y salir fortalecido del otro lado.
CrowdStrike es un ejemplo ilustrativo de la fragilidad inherente a un sistema que carece de alternativas de redundancia. La falta de medidas adecuadas para probar una actualización antes de implementarla en toda una red demuestra un manejo deficiente de la administración del riesgo. Aunque la historia puede parecer fantástica, las consecuencias son muy reales. CrowdStrike puede haber sido el desencadenante del fallo, pero la ausencia de protocolos probados para mitigar esta catástrofe resalta una grave deficiencia.
La optimización de recursos en el área de sistemas puede resultar potencialmente catastrófica, ya sea ante la acción de un cibercriminal o la falla de un proveedor. En un entorno donde cada componente es crítico y cualquier error puede tener repercusiones amplias, es esencial que las organizaciones implementen y prueben rigurosamente sus protocolos de redundancia y recuperación. Solo así se puede garantizar una resiliencia adecuada frente a los múltiples desafíos que plantea la seguridad cibernética en la actualidad.
Para recuperar el funcionamiento de los sistemas después del desastre de CrowdStrike, se pueden seguir estos pasos:
- Evaluar el Daño Inicial: Realizar una evaluación rápida para determinar el alcance del daño y las áreas afectadas.
- Activar el Plan de Respuesta a Incidentes: Poner en marcha el plan previamente elaborado para incidentes de seguridad.
- Notificar a los Interesados: Informar a todas las partes interesadas, incluyendo el equipo de TI, la gerencia y los clientes, según sea necesario.
- Aislar los Sistemas Afectados: Desconectar los sistemas comprometidos para evitar la propagación del problema.
- Revisar los Logs y Registros: Analizar los registros para identificar cómo ocurrió el incidente y qué partes del sistema fueron comprometidas.
- Implementar medidas paliativas: Reinicie el host: Esto permitirá la descarga del archivo de canal revertido.
Si el problema persiste, inicie en modo seguro:
Elimine el archivo “C-00000291*.sys” del directorio %WINDIR%\System32\drivers\CrowdStrike.
Reinicie el sistema normalmente. - Restaurar desde Copias de Seguridad: Utilizar copias de seguridad recientes para restaurar sistemas y datos afectados.
- Revisar y Actualizar Políticas de Seguridad: Asegurarse de que las políticas de seguridad estén actualizadas y sean adecuadas para prevenir futuros incidentes.
- Comunicar Progresos: Mantener informados a los interesados sobre los progresos y cualquier medida adicional que se esté tomando.
- Realizar un Análisis Forense Completo: Llevar a cabo una investigación exhaustiva para entender completamente el incidente.
- Aumentar la Vigilancia: Incrementar la monitorización de los sistemas para detectar cualquier actividad inusual durante el proceso de recuperación.
- Probar la Integridad del Sistema: Verificar que todos los sistemas restaurados estén funcionando correctamente y no presenten vulnerabilidades.
- Reinstalar Software Comprometido: Reinstalar cualquier software que haya sido comprometido o que se sospeche pueda estar comprometido.
- Implementar Mejoras de Seguridad: Introducir mejoras en la infraestructura de seguridad basadas en las lecciones aprendidas del incidente.
- Documentar el Incidente: Registrar detalladamente el incidente y las acciones tomadas para futura referencia y mejora de procesos.
- Revisar el Plan de Recuperación de Desastres: Ajustar y mejorar el plan de recuperación de desastres basado en la experiencia reciente.
- Capacitar al Personal: Ofrecer formación adicional al personal para asegurar que estén preparados para futuros incidentes.
- Realizar Simulacros de Incidentes: Hacer ejercicios de simulación de incidentes para probar la efectividad de los planes de respuesta actualizados.
- Buscar Ayuda Externa: Si es necesario, contratar expertos en seguridad cibernética para ayudar en la recuperación y mejora de sistemas.
- Reevaluar Proveedores y Contratos: Revisar los acuerdos con proveedores para asegurar que cumplan con los estándares de seguridad requeridos.
Las normativas de seguridad no son solo un conjunto de reglas para cumplir, sino que son fundamentales para proteger infraestructuras críticas y servicios esenciales para la sociedad.
Es cierto que a veces se observa una tendencia a optimizar recursos y recortar inversiones, lo que puede llevar a descuidar la seguridad de estas infraestructuras. Sin embargo, las consecuencias de un fallo en este tipo de sistemas pueden ser devastadoras, tanto en términos económicos como sociales.
La tecnología es transversal a toda la sociedad, y su uso en infraestructuras críticas debe ser responsable y seguro. No podemos permitirnos ser desprolijos en este aspecto, ya que pone en riesgo la vida y el bienestar de las personas.
Es fundamental que se invierta en la implementación de medidas de seguridad adecuadas, tanto físicas como cibernéticas, para proteger estas infraestructuras. También es importante fomentar la cultura de la seguridad entre los profesionales que trabajan en este sector, y concienciar a la sociedad sobre la importancia de proteger estas infraestructuras.
Solo con un esfuerzo conjunto de todos los sectores implicados podremos garantizar la seguridad de las infraestructuras críticas y los servicios vitales para la humanidad.
Algunas de las normativas de seguridad más importantes para las infraestructuras críticas en Argentina son:
- Ley 25.165 de Defensa de la Seguridad Nacional: Esta ley establece un marco general para la protección de las infraestructuras críticas del país.
- Decreto 1000/2018: Este decreto crea el Consejo de Seguridad Cibernética, que tiene como objetivo proteger las infraestructuras críticas de información del país.
- Resolución 829/2019: Esta resolución establece los requisitos mínimos de seguridad de la información para las infraestructuras críticas de información.
Problema:
Una actualización defectuosa del sensor Falcon de Windows causó errores de pantalla azul y bloqueos en los sistemas Windows. Los sistemas que no se han visto afectados no requieren ninguna acción, ya que el archivo problemático se ha revertido.
Solución:
Reinicie el host: Esto permitirá la descarga del archivo de canal revertido.
Si el problema persiste, inicie en modo seguro:
Elimine el archivo “C-00000291*.sys” del directorio %WINDIR%\System32\drivers\CrowdStrike.
Reinicie el sistema normalmente.
Alternativas para la nube o entornos virtuales:
Opción 1: Desconecte el disco del sistema, cree una copia de seguridad, adjúntelo a un nuevo servidor virtual, elimine el archivo problemático y vuelva a conectar el disco al servidor original.
Opción 2: Restaure el sistema a un estado anterior al 18 de julio a las 04:09 UTC.
Solución automatizada con directiva de grupo:
Cree un script de PowerShell (CrowdStrikeFix.ps1) que elimine el archivo problemático y revierta el modo seguro.
Cree un GPO para ejecutar el script en modo seguro.
Cree otro script de PowerShell (ForceSafeMode.ps1) para forzar el arranque en modo seguro.
Cree un GPO para ejecutar el script ForceSafeMode.ps1.
Asegúrese de que el GPO ForceSafeMode se aplique primero.
Información adicional:
El archivo de canal “C-00000291*.sys” con marca de tiempo de 05:27 UTC o posterior es la versión corregida.
Los sistemas Windows 7/2008 R2, Mac o Linux no se ven afectados.
Si todo esto no funciona, encomiéndese a Dios y reinstale todo.
Es importante destacar que estas son solo algunas de las normativas existentes, y que cada sector específico puede tener sus propias regulaciones.
Para más información sobre las normativas de seguridad para infraestructuras críticas en Argentina, puedes consultar los siguientes sitios web:
- Dirección Nacional de Ciberseguridad: https://www.argentina.gob.ar/jefatura/innovacion-publica/direccion-nacional-ciberseguridad/normativa
- Agencia Nacional de Seguridad de la Información: https://www.argentina.gob.ar/jefatura/innovacion-publica/ssetic/direccion-nacional-ciberseguridad
Por Marcelo Lozano – General Publisher IT CONNECT LATAM
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